Presentación libros Sonetos y Pensamientos y Amanece al Atardecer. Con el prof. Ramón Tamames. Ateneo de Madrid
Todos saben qué es un soneto. Un soneto es una poesía que se compone de catorce versos dispuestos en dos estrofas de cuatro versos y otras dos de tres versos cada una. Los versos son nor- malmente de once silabas (endecasílabos) o excepcionalmente de catorce sílabas (alejandrinos) aun cuando también los hay de ocho silabas1 aunque estos son poco frecuentes, incluso un soneto menor de tercetos2.
Como decía, los versos del soneto se distribuyen en cuatro estrofas: dos cuartetos (estrofas de cuatro versos) y dos tercetos (estrofas de tres versos).
La expresión poética mediante sonetos vino de Italia y fue empleada por primera vez en castellano en el siglo XV, 3por el también poeta y guerreo prerrenacentista Íñigo López de Men- doza, Marqués de Santillana, con sus cuarenta y dos sonetos al itálico modo, siendo utilizado por la mayor parte de los poetas, en todos los idiomas, hasta nuestros días. Pero el que introdujo el soneto por antonomasia fue, a mi entender, ya en el siglo XVI en pleno Renacimiento, el poeta y guerrero Gar- cilaso de la Vega.
Normalmente el soneto presenta una introducción, un desa- rrollo y una conclusión en el último terceto, que de algún modo responde al resto del poema. De esta manera, el primer cuar- teto presenta el tema del soneto, el segundo lo amplifica o lo desarrolla. A continuación el primer terceto reflexiona sobre la idea central, o expresa algún sentimiento vinculado con el tema de los cuartetos y el terceto final, el más emotivo, remata conuna reflexión grave o con un sentimiento profundo, en ambos casos, desatados por los versos anteriores.
El soneto es un poema breve, redondo, completo y expresivo. Un soneto es suficiente para expresar un sentimiento, una his- toria, una reflexión, un acontecimiento... Por eso el soneto fue universalmente tan utilizado. Y lo ha seguido siendo en el siglo XX e incluso ahora en el XXI. Pero se vuelve aburrido cuan- do no lleva mensaje, cuando es intrascendente, convirtiéndose para el autor en un juego como hacer un crucigrama.
Completo mis sonetos con una selección de sonetos de los principales poetas de nuestro Siglo de Oro y algunos más ac- tuales como los de Rubén Darío, Pardo Bazán o Unamuno. He seleccionado los que a mi gusto son los mejores aunque la producción de sonetos a lo largo de los siglos ha sido muy pro- lija, yo diría que en algunos casos, extenuante.
Los sonetos que he elegido, fundamentalmente se refieren a la época renacentista y al llamado Siglo de Oro de la lite- ratura española, seguidos de algunos más ya del siglo XIX o principios del XX. Es una breve muestra, la más significativa a mi entender, aunque seguro que se han escapado otros sonetos de gran valor.
Se puede apreciar cómo el tema de la muerte, lo efímero de la existencia del hombre, la incertidumbre de la vida y del amor, es lo que viene a ser un común denominador de aquella época, exponiendo ideas y sentimientos que aún hoy seguimos planteándonos.
Quevedo, en mi opinión el más genial de todos, se plantea cómo el presente es la suma del pasado y del futuro, es decir, a mi entender, lo que soy es lo que recuerdo que fui y lo que deseo ser. Este pensamiento es un elemento de relación con los pensamientos que se traslucen en algunos de mis sonetos y pensamientos alrededor de ese presente, ese instante eterno, esa necesidad de experimentar la eternidad, de superar la fruga- lidad de cada instante haciéndolo eterno. Y esa búsqueda de la verdad sobre la existencia y la percepción de uno mismo que contemplaba Fernando Pessoa en muchos de sus poemas.
Somos como nos reconocemos ser; fuimos lo que queremos recordar y ahora seremos también lo que ambicionamos ser, aunque no lo lleguemos a ser jamás, porque eso solo lo sabremos cuando llegue el futuro. Si llega.
También recojo algunos sonetos del gran filósofo y humanis- ta Miguel de Unamuno, pensador y poeta, en los que expresa algo muy presente en su obra: el sentimiento trágico de la vida; la tragedia del hombre, al que le resulta difícil comprender el sentido de la vida, que es efímera. Es en Unamuno donde el cuestionamiento de la existencia y de la incertidumbre se pone de manifiesto de la manera más humana, más sincera y clara. Sin retórica ninguna. Diría que poéticamente.
La paradoja del hombre, que siente la eternidad y vive la temporalidad. Se siente eterno aun cuando sabe que ha de morir.
La eternidad no tiene cronología. Es un presente continuo. Todo presente y en el mismo instante. En el único instante posible. De esta reflexión surgió el primer título que le di a la obra: “El Instante Eterno”.
Ahora se habla de la posibilidad de amortalidad gracias a los avances científicos. Pero eso no es realmente lo que el Hom- bre busca. Lo que busca no es solo la inmortalidad, no morirse.
Lo que busca es la inmortalidad del alma individual y con conciencia de sí misma y una carnalidad “glorificada”. La poesía sobre la prosa. La prosa poetizada.
Deseo sinceramente que tanto la selección de sonetos que he realizado como esta recopilación inicial de algo más de cuaren- ta sonetos míos, de temática y porte diverso, algunos de métrica alejandrina e incluso otros octosílabos, o reducidos, sean del gusto del lector.
No son muchos. Pero espero que los disfruten.
Siguiendo el pensamiento de Unamuno, “Yo no siento la filosofía sino poéticamente ni la poesía sino filosóficamente. Y ante todo y sobre todo, religiosamente” me he permitido incluir en este libro de sonetos un apartado en el que recojo una serie de frases o aforismos, pretendidamente filosóficos, que se pue- den leer o recitar en clave poética. Y algún otro pensamiento filosófico-religioso más extenso. Tienen la profundidad del pen- samiento aunque no el ritmo y la musicalidad de la poesía. Pensamiento poético... Ahí quedan.