La misma piedra

  • 25
    Mayo | 2010
    Ignacio Balboa | Opinión

    Decía el escritor francés André Guide que “todo está dicho, pero como nadie escucha hay que repetirlo mil veces”; ¡qué razón tenía…..y sigue teniendo! Por eso, más de cincuenta años después de la parisina muerte de Guide en 1951 y aun a riesgo de resultar pesado, insistente, reiterativo u obstinado, volveré sobre el asunto que a tenor de las estadísticas más nos preocupa a los humanos -por encima de la crisis, el paro y el terrorismo-: la salud. Tal parece que estuviéramos incapacitados para aprender, pues no escarmentamos -ni en cabeza ajena ni en la propia…- y seguimos cometiendo los mismos errores en lo concerniente al cuidado de nosotros mismos.

    Por estas calendas un año sí y el otro también los mejores propósitos de cambiar nuestros hábitos insalubres de vida vuelven a ocupar nuestra agenda como la prioridad absoluta par los próximos doce meses…..¡por lo menos! Y un año sí y otro también, al cabo de algunas semanas, tales propósitos devienen en meras intenciones y continuamos en el maltrato sistemático de la cajita del cuerpo.

    Por increíble que parezca, si fuéramos capaces de modificar tan solo tres de nuestras prácticas rutinarias a la hora de vivir, estaríamos previniendo más de la mitad de las muertes que asolan nuestra sociedad desarrollada, hedonista y ciertamente autodestructiva en muchos aspectos. Porque ya me dirán ustedes si a estas alturas del partido no sabemos todos que tabaquismo, obesidad y sedentarismo son causa de muerte por cáncer y enfermedades cardiovasculares. ¡Y a pesar de ello seguimos fumando cómo auténticas chimeneas, comiendo y bebiendo como posesos y usando el coche hasta para cruzar la calle……a comprar un paquete de cigarrillos!

    Hace ya un puñado de lustros que está más que probada científicamente la relación directa del cáncer de pulmón -¡además de alguna que otra dolencia pulmonar y hasta vascular…!- con el hábito de fumar, la cirrosis hepática y su eventual degeneración a carcinoma de hígado con el abuso del alcohol, y las enfermedades cardiovasculares con la obesidad y las carencia de actividad física. Y mal está que como adultos libres que somos maltratemos nuestros organismos de modo inmisericorde….¡allá nosotros con nuestras conciencias! Pero lo que resulta absolutamente inadmisible es que permitamos que nuestros adolescentes y jóvenes sigan nuestros equivocados pasos y adquieran hábitos tan reprobables e insanos; tal permisividad raya con la dejación de la responsabilidad que cómo progenitores hemos adquirido al traerlos a este nuestro cada vez más maltrecho mundo.

    Nuestros índices, cada vez más elevados y preocupantes, de obesidad infantil y juvenil constituyen una auténtica epidemia -¡y no lo digo yo, sino la OMS que es voz mucho más autorizada que la mía….!- que se extiende como una plaga por nuestra tierra, el resto del estado español y del continente europeo. ¡Y no podemos seguir permitiendo que nuestros hijos hagan de su capa un sayo a la hora de comportarse de manera tan agresiva con sus propios órganos, en un proceso lento, apenas perceptible, pero inexorable de autodestrucción!

    Claro es que queremos mucho a nuestros retoños…..¿quién osaría ponerlo en duda?; ciertamente no seré yo quien cometa tamaño dislate. No obstante, tal vez sea llegado el momento de quererlos algo menos…..¡y mucho mejor! Y por mejor se entiende educarles -¿qué mejor modo de hacerlo que predicando con el ejemplo…?- en las buenas prácticas y los hábitos saludables que les convertirán en adultos sanos y longevos. ¿O no es eso lo que desearíamos para nuestros seres más queridos? Ya sé que lo más difícil del mundo es modificar hábitos y conductas, pero cuanto antes nos pongamos a la tarea mucho mejor, que para luego es tarde….. ¡Y a ver si esta vez -otro año más…- los buenos propósitos no se quedan en meras intenciones! Que así sea.