Efectos del vino en la economía y la salud

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    Mayo | 2017
    Ignacio Para | economia de la salud, economia de la salud, Vino, Vino
    Efectos del vino en la economía y la salud

    En España hay plantadas aproximadamente  1.170.000 hectáreas de viñedos. De entre ellas Castilla-La Mancha cuenta con una superficie de 600.000 hectáreas de viñedo, que suponen más de un 50% del viñedo español, un 17% del europeo y un 7,7% del viñedo mundial. Es el mayor viñedo del mundo.

     

    Gracias a su potencial para producir vinos de excelente calidad, La Mancha ha sido durante muchos años la despensa de los vinos a granel españoles. Desde La Mancha se exporta mosto y vino a granel a todo el mundo y es la región mayor productora de alcohol etílico, que supone el 20% de la producción y aporta el 80 por ciento del mercado mundial de mostos y alcohol vínico, con una facturación de varios cientos de millones de euros.

    Pero este panorama está cambiando. El viñedo se está renovando progresivamente con el apoyo del Gobierno regional y de la Unión Europea. Hoy Castilla-La Mancha ha dejado de abastecer a otras regiones, cuyos vinos eran más famosos, y está poniendo en valor sus propios vinos, modernizando con las últimas tecnologías sus bodegas y fomentando la promoción y comercialización de sus vinos en el mercado, tanto nacional como internacional.

    La producción de vino al año en Castilla-La Mancha alcanza de media de 25 a 30 millones de hectolitros de vino y de mosto (31,2 en 2014). Actualmente, un total de 70.000 familias castellano-manchegas viven directamente de los ingresos que les aportan la uva y el vino. Anualmente este mercado genera 9 millones de jornales, lo que en cifras laborales equivale a 38.000 puestos de trabajo. He aquí la importancia que tienen los viñedos para la economía castellano-manchega.

    El vino siempre ha formado parte de la Dieta Mediterránea Esta se compone, como todos saben, de alimentos frescos, locales y de temporada con aceite de oliva, verduras, y hortalizas en abundancia y frutas, leguminosas, frutos secos, quesos y yogur, pescado, pan, pasta, cereales y sus derivados y un consumo moderado de vino y carnes de cordero y pollo principalmente.

    Según han demostrado múltiples estudios, los países mediterráneos presentan la incidencia de mortalidad por enfermedades cardiovasculares más baja y una de las esperanzas de vida más altas. Solamente la ingesta moderada y regular de vino se asocia con una reducción de la mortalidad general de entre el 24 y el 30%, consecuencia de un menor número de fallecimientos por enfermedades cardiovasculares y por cáncer.

    La medicina, que hasta ahora estaba volcada principalmente en curar o aliviar los órganos dañados o en resecar las partes dañadas mediante la cirugía, se está centrando ahora más que nunca en combatir las causas de la enfermedad; en el por qué se manifiesta o desarrolla una enfermedad.

    Por ello, la nueva medicina cada vez se centra más en el conocimiento de los factores determinantes de la salud y los causantes de las enfermedades. Estos factores son los que afectan a nuestro sistema endocrino y al mal funcionamiento de la regeneración celular, son los que afectan a nuestro sistema inmunitario o los que desarrollan expresiones epigenéticas perjudiciales del ADN de nuestras células. Y esto es lo que afecta luego a nuestros órganos; el corazón, el hígado, los pulmones, el cerebro, el sistema arterial o venoso, desencadenando en éstos órganos enfermedades o cáncer.

    La alimentación, el ejercicio físico, la higiene, el bienestar mental y espiritual, son elementos saludables para mantener y mejorar la salud evitando la aparición de enfermedades degenerativas, inflamatorias, cardiovasculares o el cáncer.

    La alimentación es un determinante esencial de la salud. Decía don Quijote más o menos así: “Amigo Sancho, hay que comer poco y cenar menos pues en el laboratorio del estómago es donde se cocinan los malos humores del cuerpo” Y decía bien. Una alimentación basada en bollería industrial, productos refinados y animales alimentados con piensos artificiales desencadena enfermedades, mientras que una buena alimentación basada en frutas y verduras y productos naturales del campo, como la dieta mediterránea, es protectora de la salud. Como ejemplos paradigmáticos pondremos a Estados Unidos, con una esperanza de vida media en 2015 de 78,8 años (fundamentalmente por enfermedades cardiovasculares y cáncer) mientras que en España era de 83 años en ese mismo año. Como ven, uno de los factores más relevantes, además del ejercicio físico moderado, es el una alimentación “sana” que esencialmente se corresponde con la dieta mediterránea y la ingesta moderada de vino tinto. Y, por supuesto, evitar la bollería industrial, las grasas animales, las carnes rojas y reducir sustancialmente el consumo de azúcar refinado.

    Porque más que hablar de enfermedades del corazón deberíamos hablar de enfermedades que dañan al corazón al igual de enfermedades que dañan al hígado, los pulmones, los riñones, etc. Más aún, deberíamos hablar de los determinantes que provocan la aparición de enfermedades que acaban dañando nuestros órganos. Pero la enfermedad no es la del órgano, aunque éste resulte dañado por la enfermedad. Y la alimentación es un determinante esencial en el desarrollo de enfermedades que afectan al metabolismo de nuestras células y acaban dañando al resto de órganos de nuestro cuerpo; enfermedades como el cáncer o cómo las placas y acumulaciones de grasas que obstruyen nuestras arterias. Pero una alimentación “sana”, al contrario, ayuda al metabolismo de nuestras células, al desarrollo equilibrado de nuestro sistema endocrino y al reforzamiento de nuestro sistema inmunitario.

    De acuerdo con el resultado de numerosísimos estudios podemos determinar que el vino, debido a su  poder antioxidante y antiinflamatorio, previene lesiones arteriales y la trombosis arterial. Igualmente reduce de manera muy importante (hasta en un 44%) el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares en los hombres con hipertensión, en edad comprendida entre 40 y 84 años, que habitualmente consumen vino de manera moderada. También, su consumo moderado ayuda a prevenir catarros y tiene un efecto beneficioso para la visión al reducir el riesgo de degeneración macular. A los ya conocidos efectos protectores del vino, se añade ahora la elevación de los ácidos grasos Omega-3, ácidos grasos esenciales indispensables para el buen funcionamiento de nuestro metabolismo.

    Los beneficios del consumo moderado de vino se deben no solo al alcohol que contiene, sino que depende de otros componentes, principalmente los polifenoles. El vino tinto en el que tiene más polifenoles, que son compuestos bioactivos que sintetizan las vides para protegerse de las agresiones que sufren. Estos compuestos adquieren parte de estas propiedades y al consumir el vino se obtiene una cierta protección frente a muchas enfermedades crónicas, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares o el deterioro cognitivo.

    El vino es una bebida a la que tradicionalmente se le han asociado tanto efectos buenos como perjudiciales para la salud. Lo que determina que la balanza se incline hacia un lado o hacia el otro es el consumo diario y el patrón de alimentación que se siga. El vino consumido con moderación disminuye la agregación plaquetaria y la coagulación de sangre, regula los niveles sanguíneos de triglicéridos y colesterol, aumenta la respuesta vasodilatadora de las arterias, reduce el riesgo de trombosis y tiene acción antiinflamatoria, antialérgica y anticancerígena. Pero, a pesar de sus bondades, no hay que olvidar que el vino es una bebida alcohólica que si se toma en dosis elevadas y permanentes puede tener efectos negativos y, si se abusa, muy perjudiciales para la salud física y mental.

    Resumiendo, el consumo moderado de vino reduce un 30 por ciento la incidencia de complicaciones cardiovasculares mayores, como son el infarto, la muerte por un evento cardiovascular o el ictus; conlleva un menor riesgo de diabetes al mejorar el perfil lipídico y disminuir la presión arterial; reduce la prevalencia de síndrome metabólico y reduce los marcadores de estrés oxidativo, así como los biomarcadores de inflamación.

    Al principio hemos visto la importancia que el vino tiene para la economía y, especialmente para la economía manchega y acabamos de poner de manifiesto los beneficios para la salud. Ahora me gustaría poner de relieve cómo el efecto protector de la salud que hemos comentado incide también de manera notable en la economía.

    Las enfermedades cardiovasculares suponen un coste anual de 9.000 millones de euros en España. Según la Organización Mundial de la Salud, el 80% de las muertes prematuras ocasionadas por las enfermedades cardiovasculares podrían haberse evitado siguiendo un estilo de vida saludable y reduciendo factores de riesgo.

    Las cirugías cardíacas son de las más caras. Por ejemplo, según  el Servicio Vasco de salud, Una operación del sistema cardíaco consistente en el implante de un desfibrilador puede ascender a 100.004 euros y un trasplante cardíaco 93.590 euros. Una reparación cardiotorácica también se sitúa en una de las cirugías más caras con 69.387 euros. Esto sólo en cirugías, sin contar el coste de atención al enfermo crónico consumiendo medicamentos y recursos de la asistencia primaria y de la especializada.

    A ello habría que añadir los costes sociosanitarios como persona en parte dependiente y, si está en edad laboral, los costes del trabajo no producido y de la incapacidad laboral si la hubiere. Además, el efecto demográfico por muerte prematura afecta a nuestra economía negativamente siendo relevante las referidas a los motivos cardiovasculares 29,7% y cáncer 17,9%.

    Y este es el mensaje final: El vino es un producto natural que contiene propiedades muy beneficiosas para la salud si se consume con moderación, convirtiéndose así en un agente protector de la salud y por tanto de prevención de las enfermedades. Además la industria vinícola es un potente agente de desarrollo de nuestra economía y sus productos un regalo de deleite para el cuerpo. Permítanme darles un último consejo: El vino debe saborearse. Hay que beberlo lentamente, aspirando el aroma, deleitando la vista en su color en la copa y paladeando suavemente su sabor disfrutando de las sensaciones olfativas y gustativas, mientras se templa el alma y se anima el espíritu.

    Pongamos en valor todo lo positivo del vino, del vino tinto en especial, y de nuestra rica y sabrosa comida mediterránea como alternativa a la comida foránea e industrializada tan perjudicial para la salud. Esto será lo más rentable para nuestra economía, para nuestra salud y para nuestro disfrute.